Rincón de las maravillas
El reino de Vog
viernes, febrero 18, 2022

Sir Gallant el Caballero regresaba de la ciudad de Filos, pero se había perdido y terminó entrando en el reino de Vog. Se detuvo en una taberna a la vera del camino en busca de alguna orientación, pero no encontró a nadie que supiera cómo ir a la ciudad de Filos. Las personas con las que se topó solo le dijeron que había entrado en el reino de Vog y que debía regresar de inmediato al lugar de donde procedía, puesto que los extraños no eran bienvenidos a esa tierra.

Mientras trataba de averiguar alguna información en la taberna, Sir Gallant notó un comportamiento peculiar en esta gente. Los clientes que llenaban la taberna se quejaban de su suerte a gritos constantemente ante los demás, y de que sus vecinos tenían más que ellos. Se escuchaban discusiones en cada rincón del lugar. Sir Gallant veía que el dueño de la taberna le servía a un señor una jarra de sidra y escuchó que este insatisfecho cliente se quejaba de que la jarra no era lo suficientemente grande.

—¿Qué quiere? ¿Un balde? Si quiere más sidra, deme más dinero —gritó el dueño de la taberna mientras hacía ademanes delante de la cara de ese hombre.

Éste le pegó a la mano extendida del dueño y se bebió toda la sidra, refunfuñando:

—¿Más dinero? Tienes más dinero del que te mereces.

Una dama que estaba sentada al lado de ese señor se aclaró la garganta y se dirigió al dueño:

—Disculpe, tengo una queja. Mi sopa no tiene suficientes arvejas, y de esto no podría decir que es una rebanada de pan.

—Yo veo bastantes arvejas —contestó el dueño de la taberna—. Y ese pan tiene más de 2 centímetros de grosor.

La dama farfulló y se dedicó a comer.

Sir Gallant no aguantaba tanto barullo, salió corriendo, dudando que esa gente estuviera en sus cabales.

*

¡Tomp! ¡Tomp! ¡Tomp! Desde el valle se oía el ruido de fuertes pisadas que sacudían el suelo y espantaba a los pequeños animalitos que corrían en busca de refugio. El rey Vog, un gigante él, se había enterado de que un extraño había entrado a su reino, y Vog no permitiría que su feudo fuera agitado por intrusos que solo querían causar problemas.

Vog celosamente cuidaba a los habitantes de su reino, puesto que en las tierras aledañas, bandas de malvados y feroces gigantes merodeaban por los campos y robaban y quemaban aldeas enteras. Y si bien Vog era un feroz gigante, no era un malvado.

—Va rumbo al camino que lleva a su castillo, su Majestad —le informó a Vog el hombre que había visto al extraño en la taberna.

—¡¿Cómo?! ¿Y qué está haciendo allí?

—No sabría decirle... pero vestía su armadura y llevaba una espada.

Tras escuchar esas palabras, Vog tomó su espada y salió hecho una tromba del castillo, gritando:

—¡Yo mismo iré a ver quién es este alborotador!

*

El terreno que Sir Gallant ahora recorría era escabroso, ominoso, con grandes rocas a la vera del angosto pasaje que atravesaba las montañas.

Sir Gallant avanzaba cautelosamente, alerta ante cualquier posible peligro. Cuando el caballero dobló en una curva, se quedó atónito cuando se le apareció un enorme gigante. Su caballo estaba tan asustado como él, y paró en seco.

—¿Quién eres, y a dónde te diriges? —rugió el gigante.

—Me llamo Gallant, soy un caballero de la ciudad de Filos, y estoy regresando a mi hogar —respondió Sir Gallant.

Habló con calma, si bien por dentro temblaba, puesto que el gigante era tres veces más grande que él.

—Pues entonces estás yendo en la dirección equivocada —le dijo el gigante.

—Es que ando perdido y en busca de alguien que pueda indicarme el camino que me lleve a la ciudad de Filos, pero todavía no he encontrado a nadie que pueda ayudarme.

El gigante lo miró con desconfianza.

—Buen hombre, ¿cómo se llama usted? —preguntó Sir Gallant educadamente.

—¿Acaso no lo sabes? Soy Vog, el soberano de esta tierra. —Y señalando hacia un gran fuerte en el horizonte, dijo con orgullo—: Y ese es mi castillo.

Luego, como si repentinamente hubiera recordado que debía mantener su apariencia feroz, gritó:

—¡Usted no tiene nada que hacer aquí! Debe dar la vuelta y marcharse.

El gigante miró fijamente a Sir Gallant e hizo un ademán como si estuviera por desenvainar la gran espada que colgaba de su cintura.

El sol se había puesto, dejando el último poquito de luz en el horizonte, y pronto se pondría todo oscuro. Sir Gallant, cansado y agotado por el viaje de ese día, no podía ni pensar en regresar de vuelta al lugar de donde venía a esas horas del día.

—Lo siento, no sabía que es usted el rey. Pero, perdone mi atrevimiento, ¿sería su Majestad tan amable de ofrecerle a este cansado viajero un poco de comida y un lugar donde recostar la cabeza esta noche?

Vog quedó sorprendido ante esta petición. El caballero había hablado con tanta cortesía que Vog quedó impresionado por sus buenos modales, y al final asintió con la cabeza.

—Solo una noche... debe irse al amanecer —respondió Vog—. Sígame.

—Muchas gracias, su Majestad —respondió Sir Gallant.

El gigante resopló y dio la vuelta hacia el castillo.

Después que llegaron a las puertas del castillo, uno de los siervos tomó el caballo de Sir Gallant y lo guió hacia los establos, y Sir Gallant siguió al gigante hacia el gran comedor. La cena estaba servida y había dos sirvientes para atenderlos.

Un gran ganso asado estaba servido en una bandeja de plata al centro de la mesa. También había cebollas horneadas, papas, salchichas, tarta de jamón y huevo, y tartas de manzana.

Vog le indicó al caballero que empezara a comer, y cuando ambos hubieron comido hasta hartarse, Vog comenzó a hacerle muchas preguntas a Sir Gallant sobre la ciudad de Filos. Vog había escuchado rumores de que en esa tierra no había contiendas ni discusiones, y que los habitantes de ese lugar compartían todo lo que tenían.

—¿Es cierto que en ese lugar no existen conflictos entre sus habitantes? —preguntó Vog.

Sir Gallant así lo confirmó, y añadió que en su país cada uno se comportaba con los demás del modo que a cada uno le gustaría ser tratado. Sir Gallant le dijo a Vog que le resultó muy extraño encontrarse con personas como las que conoció en la taberna, y preguntó por qué su pueblo se comportaba así.

El gigante comenzó a narrarle la triste historia de su reino, y le contaba que su pueblo solo se preocupaba de su propio bienestar pero no del de los demás. Las peleas internas entre las personas de su reino aumentaban, y Vog constantemente debía resolver las disputas que se originaban. Aparte de tener que resolver los problemas de su gente, Vog siempre debía estar alerta ante las bandas de gigantes merodeadores que aguardaban los momentos oportunos para invadir su reino, y llevarse no solo bienes, sino también a su gente como esclavos. En una de esas ocasiones, un malvado y desagradable gigante conocido como Ojo Único, había lidiado una fuerte lucha contra Vog, y aunque Vog le había pedido a su pueblo que lo apoyara en contra de Ojo Único, ellos solo se preocuparon por su propia seguridad y se escondieron hasta que cesó la lucha. El gigante enemigo casi derrotó a Vog tras un golpe casi fatal que le asestó con su gran garrote, pero al final Vog lo venció, y Ojo Único huyó.

Gracias a esta victoria, Vog no tuvo más problemas con los gigantes invasores por algún tiempo, pero ahora se había enterado de que Ojo Único había jurado destruir el reino de Vog. Con el apoyo y la ayuda de los otros gigantes, Ojo Único planeaba un ataque.

—Me temo que va a ser difícil defender mi tierra de este grupo de gigantes liderados por Ojo Único si mi pueblo está dividido y no están dispuestos a luchar unidos —dijo Vog desesperanzado—. No sé cómo ayudar a mi pueblo para hacerles ver la necesidad de unirse.

Justo cuando Sir Gallant se disponía a hablar, Vog terminó la conversación abruptamente.

—Ya hemos hablado suficiente sobre los problemas de mi reino. Deseo estar a solas.

Sir Gallant se levantó de la mesa.

—Buenas noches, su Majestad, y gracias por su hospitalidad —dijo.

*

A la mañana siguiente, Sir Gallant ya estaba levantado al amanecer. Luego de comer un buen desayuno, un sirviente le entregó un mapa que lo ayudaría a salir del reino de Vog y regresar a la ciudad de Filos.

Cuando Sir Gallant se disponía a irse del castillo en su caballo, fue sorprendido por la repentina aparición de Vog, quien le entregó un pergamino sellado.

—Por favor, entréguele esto a su rey —le dijo.

El caballero tomó el pergamino e hizo una reverencia. Luego se fue del castillo en su corcel.

*

Sir Gallant llegó a la ciudad de Filos tres días después y procedió a entregar el mensaje del rey Vog a su rey.

Tomando el rollo de pergamino sellado de su mochila, Sir Gallant lo entregó al rey.

—Su Majestad —dijo—, el gigante rey Vog me entregó este mensaje.

El rey rompió el sello y leyó lo que decía.

—Vog desea hacer una alianza con nuestra ciudad.

El rey, entonces, habló con su ministro, quien estaba parado a su lado.

—Reúne al concejo. Discutiremos la propuesta señalada en esta carta.

Volviéndose hacia Sir Gallant, dijo:

—Y te nos unirás.

Con una reverencia, Sir Gallant siguió al rey al cuarto contiguo para la reunión.

Cuando los miembros del concejo estaban todos reunidos, el rey leyó la carta en voz alta.

En la carta, Vog mencionó los problemas de su reino, y que deseaba que su tierra fuera más próspera y pacífica. Vog detalló el breve encuentro que tuvo con Sir Gallant, y que había quedado impresionado por los buenos modales del caballero, así como por su cortés comportamiento.

—Si los miembros de su reino son todos como Sir Gallant, y se comportan tal como él describe a su pueblo, entonces creo que ustedes, los de la ciudad de Filos, son quienes podrán ayudarme a que mi sueño se haga realidad —decía la carta.

—Por eso, con toda humildad le ruego, su Majestad, que Sir Gallant y los miembros de su ciudad instruyan y enseñen a mi pueblo sobre cortesía, camaradería y unidad. Su pueblo puede habitar mis tierras, pues tengo la certeza de que mi gente aprenderá más observando su ejemplo en la vida cotidiana. Si mi pueblo no aprende esto, me temo que el próximo ataque de Ojo Único terminará en una derrota para el reino de Vog.

Luego de ciertos debates, el rey y su concejo concordaron en enviar, bajo el liderazgo de Sir Gallant, a tantos voluntarios como quisieran a afincarse en el reino de Vog e instruir a quienes allí viven en las costumbres del pueblo de Filos. Sir Gallant aceptó la oferta con agrado.

*

¡Pá-para-paaaá! Una proclama debía ser leída en cada plaza del reino de Vog, y todos los ciudadanos de Vog debían asistir. Vog mismo estuvo presente para la lectura en una de sus ciudades más grandes, y los habitantes estaban curiosos por saber de qué se trataba tan importante anuncio. De pie en la plaza, había también un gran número de educados caballeros y sus bien vestidas familias, a quienes los ciudadanos de Vog jamás habían visto. Todo era un gran misterio, pero pronto se empezaron a escuchar las quejas de la gente que se había reunido.

—¡Extranjeros! —dijo uno.

—¡Gentuza! —dijo otro.

Y luego, después de otro soplido de corno, los que estaban allí hicieron silencio y el heraldo comenzó a leer.

—A los ciudadanos de Vog: Yo, el rey Vog, luego de mucha consideración y varios años de deliberación, he llegado a la conclusión de que únicamente si trabajamos unidos y en paz nuestro reino podrá ser próspero y nuestras fronteras estarán protegidas de los gigantes que las merodean. Por lo tanto, he dado porciones de tierra a algunos de la ciudad de Filos. La gente de esa ciudad es conocida por sus buenos modales y sobre todo por la camaradería que comparten. Estuvieron de acuerdo en afincarse en nuestras tierras para que nos enseñen a ser más corteses y generosos. Les ruego que aprendan de ellos, pues la supervivencia de este reino depende de ello. Sinceramente, el rey Vog.

Los ciudadanos que se juntaron en la plaza principal quedaron atónitos ante este anuncio; la mayoría era consciente de que su comportamiento no era digno de admiración, pero ahora que Vog había tomado medidas tan drásticas, los hizo reflexionar mucho sobre su modo de comportarse. Otras personas se quejaron de que ya era bastante difícil vivir con los de su pueblo, y que incluir a extraños desde luego era un error.

Pero, sorprendentemente, luego de un corto período de tiempo, el pueblo de Vog se dio cuenta de que la gente de Filos era muy llevadera, y que con frecuencia conseguían convertir una desagradable discusión en un agradable intercambio. No solo eso, sino que permanentemente hacían todo lo posible por ayudar a sus vecinos vogianos. Los vogianos pronto aprendieron los modales de la gente de Filos, puesto que notaron que la vida era mucho más agradable cuando buscaban la manera de apreciar las ideas y opiniones de los demás. Además descubrieron que al ayudarse mutuamente, la vida se hacía mucho más llevadera, y disfrutaban por tener la posibilidad de pedir prestada una hogaza de pan o un poco de mantequilla cuando su despensa quedaba vacía, cuando de lo contrario debían prescindir de esas cosas.

Poco después de que la gente de Filos se instalara en las tierras de Vog, ocurrió algo que demostró que los vogianos realmente habían aprendido a ayudarse unos a otros y a trabajar en unidad.

¡Un hermoso día de primavera, Ojo Único reapareció en la frontera del reino de Vog! Esta vez, cuando Vog llamó a su pueblo a unirse y hacerle frente a Ojo Único, su gente así lo hizo. Y cuando Ojo Único y sus gigantes cómplices atacaron, fueron sorprendidos debido a que el ejército de Vog les había tendido una trampa. Ojo Único fue derrotado y su banda de malhechores huyó.

Fin
Texto: R. A. Watterson, basado en la historia de Barnabás. Ilustración: Mike T. K. Diseño: Roy Evans.
Publicado por Rincón de las maravillas. © La Familia Internacional, 2022.
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Etiquetas: trabajo en equipo, consideración y bondad, unidad, relatos para niños