Rincón de las maravillas
Aventura bíblica: Un desafío gigantesco
viernes, mayo 20, 2022

Adaptación de 1 Samuel 17

Para leer otros relatos de la vida del rey David, véase «La iniciativa de paz» y «Las hazañas de un futuro rey».

El ejército filisteo marchaba rápidamente a Judea y se sabía que la guerra era inminente. Cuando el reporte llegó a los oídos del rey Saúl, desplegó sus tropas sobre el valle de Elah. Allí, sobre colinas opuestas, se establecieron los campamentos militares de las naciones de Judea y Filistea. El enorme valle se extendía entre ambos ejércitos.

Los guerreros de ambos bandos alistaban sus formaciones de batalla cuando el gigantesco campeón filisteo apareció por primera vez. Era un coloso de más de 3 metros de altura. Se llamaba Goliat de Gat. Se dirigió al campamento israelita, flanqueado por su escudero. Goliat llevaba un yelmo de bronce, una pesada cota de malla y grebas de bronce sobre las piernas. Empuñaba una monumental lanza con el diámetro de una vara de tejedor.

—¿Para qué luchar contra todo un ejército? —Se burló ante las filas de guerreros israelitas—. Yo soy filisteo. ¿No son ustedes los siervos de Saúl? Elijan entre ustedes a un hombre que me enfrente en combate. Si me gana y me mata, seremos sus siervos. Pero si yo lo venzo y lo mato, ustedes se rendirán y nos servirán.

El desafío del guerrero llenó de terror a Saúl y sus hombres.

Las burlas y provocaciones del gran guerrero Goliat duraron 40 días. Todas las mañanas y tardes provocaba a los israelitas. Pero nadie se atrevía a aceptar el desafío. En aquellos días David, un joven pastor, se dirigía al campamento israelí. Su padre le había encomendado llevarles comida a sus hermanos, los cuales se habían alistado en el ejército. Cuando David llegó al campamento, los soldados se encontraban tomando posiciones defensivas en el frente de batalla, de manera que dejó las provisiones con el encargado del bagaje y corrió al campo de batalla para saludar a sus hermanos. Mientras hablaban, escucharon una conmoción en el campamento enemigo.

Goliat volvía a provocar a los israelitas entre vítores y gritos de batalla de los filisteos. Tan pronto los soldados de Israel vieron al gigante, empezaron a correr despavoridos.

—¿No lo has visto? —Respondió un soldado a las preguntas de David sobre el filisteo—. ¡Es el hombre más alto que existe! ¡Debe medir más de 3 metros!

—No lo llames un hombre —observó otro soldado antes de alejarse del frente de batalla—. No se parece en nada a nosotros. Es un gigante.

Los soldados comentaban nerviosos la recompensa que el rey Saúl ofrecía al hombre que lograra matar al enemigo de Israel. Se preguntaban si valía la pena el riesgo de combatir contra el gigante.

—¿Quién es ese filisteo que adora ídolos y se atreve a insultar y desafiar a los ejércitos del Dios viviente? —exigió David. Sentía enojo al ver el desaliento y temor que había caído sobre el ejército de su país. Preguntaba una y otra vez por qué nadie había aceptado el desafío.

No pasó mucho tiempo antes que algunos de los presentes le reportaran al rey las palabras de David.

—Ese es el valor y el coraje que necesitamos —anunció el rey Saúl—. Tráiganlo ante mí.

—Mi señor, no permita que los hombres se atemoricen de él —exclamó David al comparecer ante Saúl—. ¡Yo pelearé contra el filisteo!

—¿Tú? —Preguntó el rey—. Un jovencito como tú no puede derrotarlo. Goliat es un guerrero muy experimentado. Eres demasiado pequeño.

—Mientras cuidaba las ovejas de mi padre —respondió David— me enfrenté a leones y osos que intentaron llevarse los corderos del rebaño. Los perseguí y les arrebaté las ovejas de su boca. Cuando aquellas bestias se volvieron a mí, las enfrenté y las maté.

—Por lo tanto, oh rey, el Señor que me ha protegido de las garras del león y del oso continuará protegiéndome de la mano del filisteo.

La fe inquebrantable de aquel joven impresionó al rey Saúl. Le dijo:

—Ve, hijo mío. Y que el Señor esté contigo.

Una vez decidido el combate, el rey insistió en que David se vistiera con su túnica real. Lo vistió con una armadura y un yelmo de bronce, y le entregó su propia espada. Pero David nunca se había puesto una armadura y al cabo de poco sacudió la cabeza.

—No puedo combatir con esta armadura. Nunca la he usado —dijo mientras se quitaba la espada y la armadura.

—¿Pero… cómo combatirás contra Goliat y te protegerás de él? —Preguntó el rey.

—Lo derrotaré con mi vara y mi honda —respondió David.

El rey Saúl le dio permiso para retirarse, y David se dirigió a un arroyo cercano. Allí escogió cinco piedras lisas y las guardó en su bolso de pastor. Con la honda en la mano, se acercó a la zona donde se erigía Goliat.

Se hizo un silencio sepulcral. Los soldados observaban maravillados cómo Goliat, al ver a David solo y apartado del ejército israelita, empezaba a acercársele.

—¿Es una burla del pueblo de Israel? —Gritó el gigante—. ¿Acaso soy un perro para que luches contra mí con un palo? Ven aquí. Tu carne será alimento para los pájaros y las bestias salvajes.

—Te enfrentas a mí con una espada, una lanza y un escudo —contestó David—, pero yo me enfrento a ti en el nombre del Señor todopoderoso, el Dios de los ejércitos de Israel, a quien has desafiado.

—El Señor te entregará a mí en este día… y el mundo sabrá que existe un Dios en Israel. Todos los que se han reunido aquí sabrán que el Señor no salva con lanza ni con espada. La batalla es del Señor y Él te entregará en mis manos.

Goliat levantó su pesada lanza y empezó a avanzar. David corrió al combate. El joven pastor sacó una piedra de su bolsa, la colocó en la honda y la lanzó. La piedra golpeó al gigante en la frente. El gran guerrero se detuvo, se tambaleó y cayó de bruces. El ejército de Israel soltó un poderoso grito.

David corrió hacia el filisteo y desenvainando su gigantesca espada, lo mató.

Aquel día un joven pastor derrotó al poderoso campeón de los filisteos armado solo con su fe, una honda y una piedra.

La fantástica victoria de David animó a los soldados israelitas a perseguir a los filisteos hasta su propio país. El botín que obtuvieron del campamento abandonado por los filisteos fue enorme. La batalla había concluido. El pueblo de Israel estaba a salvo.

Para saber más de este fascinante personaje de la Biblia ver «Héroes de la Biblia: Rey David».
Adaptación de Tesoros © 1987. Diseño: Roy Evans.
Una producción de Rincón de las maravillas. © La Familia Internacional, 2022.
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Etiquetas: audio, relatos de la biblia para niños, valor, vidas admirables, aventuras bíblicas