Rincón de las maravillas
Montones de regalos para Jesús
miércoles, diciembre 16, 2020

—Mi Señor, ¿qué regalo quieres abrir primero? —preguntó un ángel a Jesús, mientras se detenían junto al inmenso árbol navideño cubierto de nieve que habían instalado en el Cielo. Bajo sus ramas se aglomeraba una enorme montaña de regalos, de similar altura que el abeto.

—Me gustaría abrir primero los regalos que me envían los niños —respondió Jesús.

Mientras el Señor pronunciaba tales palabras, los regalos comenzaron a saltar de la montaña y se dirigieron dando brincos hacia Él, ansiosos de que los abriera.

—¡Vaya! —Dijo Jesús mientras uno de los regalos saltaba a Sus brazos—. ¿Qué podrá ser este?

Al echar Jesús un vistazo al interior del paquete, éste comenzó a irradiar una brillante luz.

—¿Verdad que es precioso? —preguntó mientras miraba su contenido.

Al observarlo, tal como si fuera una pantalla de cine, Jesús vio a una chica que confeccionaba una cadeneta con tiras de papel verde y rojo.

*

—¿Qué te parece, mamá? —Preguntó Amelia, de ocho años, extendiendo las manos llenas de eslabones de colores—. ¿A que se verán bonitas en nuestro árbol?

—¡Sí, son preciosas! —Exclamó su mamá fijándose en los círculos trazados con esmero—. ¡Lo hiciste de maravilla!

—Tenemos mucho que hacer arreglando la casa para Navidad —dijo Amelia—. Mañana nos visitarán unos amigos misioneros de mamá y papá, y queremos que su visita sea algo muy especial. Y necesito más papel para terminar estas cadenetas.

Amelia cruzó corriendo el pasillo y al doblar la esquina se chocó con su hermano Ricardo, de siete años, que traía algunas guirnaldas (espumillón). Ambos se cayeron al suelo y se miraron sorprendidos.

Amelia abrió la boca para decir algo mordaz, pero Ricardo la ayudó a ponerse de pie y le dio un enorme abrazo de oso.

—Espero que no te hayas hecho daño. Disculpa que no miré por donde andaba.

—Sí. Estoy bien —respondió ella—. ¿Y tú?

—Sí. ¡Acabo de darle otro regalo de abrazos a Jesús! —comentó Ricardo, recordando el artículo «Regalos para Jesús» que habían leído por la mañana.

—Yo también quiero darle un obsequio a Jesús —dijo Amelia. Le dio un abrazo a Ricardo y añadió—: Lo siento, yo tampoco me fijé por donde iba.

¡Es muy divertido darle regalos a Jesús! —pensó Amelia.

*

En el Cielo, tan pronto como un paquete de regalos se cerraba, otro aguardaba en la fila para ser abierto.

*

Mientras Amelia colgaba su cadeneta de papel en el árbol navideño, pensó en su papá y en su hermana mayor que estaban cantando villancicos con el coro de la escuela en el centro comunitario de la ciudad.

—Jesús —rezó—, haz que con sus villancicos papá y Cristina alegren a las personas con Tu amor.

La oración también es un obsequio navideño para Jesús —pensó esbozando una sonrisa.

Amelia continuó adornando el abeto. De pronto escuchó a su hermanita llorar. Su mamá había ido a contestar el teléfono y en la sala no había nadie más.

Amelia se sentó frente al andador.

—¡Deja de llorar! —ordenó con voz severa. La pequeña Caty se puso a llorar más fuerte.

Vaya, quizás se quede callada si le canto una canción —pensó Amelia.

Se puso a cantar y prorrumpió en un baile improvisado. La pequeña Caty dejó de llorar y sonrió contenta.

*

En el Cielo, los regalos seguían amontonándose.

—¡Me encantan estos obsequios, son preciosos! —exclamó Jesús, abriendo un paquete tras otro—. Gracias a las plegarias de Amelia, su padre y hermana no solo alegraron a muchas personas en el centro comunitario, sino que también oraron con cinco personas para que abrieran sus vidas a Mí. Y en el camino de regreso a casa, se detuvieron en un hospital infantil para entregar juguetes y folletos de relatos navideños a los niños. ¡Cuando Mis hijos me comparten con los demás me hacen inmensamente feliz! Todas estas cosas son las que forman montañas de regalos bajo Mi árbol.

—¡Todos los obsequios que me dieron los niños se conectan entre sí, y se multiplican! —exclamó Jesús, pensando en cada uno de los chiquillos que ese día le entregó un presente.

—¡Gracias por darme un magnífico cumpleaños! —Susurró Jesús al corazón de los niños mientras admiraba embelesado la creciente montaña de regalos bajo el árbol de Navidad del Cielo—. Me encantan todos y cada uno de los obsequios que me han dado. Y por cada uno que recibo, prometo darles uno igual de maravilloso.

Autor anónimo. Ilustración: Leila Shae. Diseño: Roy Evans.
Publicado por Rincón de las maravillas. © La Familia Internacional, 2020
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Etiquetas: la misión de evangelizar, relatos para niños, navidad, generosidad