Rincón de las maravillas
La mejor Navidad de todas
lunes, diciembre 3, 2012

Tomás miró por la ventana. Los primeros copos de nieve flotaban hasta el suelo. Se le escapó un suspiro. Había esperado esa época con ilusión todo el año, pero ahora estaba muy triste. Alguien tocó a la puerta de su cuarto.

—Pasa —anunció Tomás—. La puerta se abrió y entró su hermana Kate dando brincos.

—¿Cómo está tu pierna esta mañana? —preguntó mientras tocaba el yeso que le envolvía la pierna.

—Bien, supongo.

Tomás sacudió la cabeza. El recuerdo de la terrible caída seguía fresco en su memoria. Había perdido el equilibrio al escalar una torre en el patio de recreo. El golpe no había sido desde muy alto, pero se le rompió la pierna al chocar contra el suelo.

—Me gustaría que no hubiese sucedido tan cerca de la Navidad —susurró—. Tendré que guardar cama en vez de disfrutar de las festividades.

—La verdad es que esa es la razón por la que he venido a verte —respondió Kate—. Sé que la Navidad es tu época favorita del año. Como no puedes caminar, me gustaría ser tu compañera de temporada. Haremos todas las cosas que te gustan. Cada día elegiremos una actividad y la haremos juntos. ¿Qué te parece?

Tomás sonrió.

—Gracias, Kate. Me gusta mucho la idea.

Súper. A mí también. Antes de escoger la primera actividad, te tengo una sorpresa.

Kate salió del cuarto y regresó al cabo de unos momentos. Empujaba una engalanada silla de ruedas. Borlas de color rojo y dorado colgaban de los manillares. Una corona adornaba el espaldar. Luces de colores titilaban y alumbraban las ruedas. Las campanas favoritas de Tomás se apiñaban cerca de los apoyabrazos.

—Papá la compró esta mañana —explicó Kate—. Le he pedido a mamá que me dejara decorarla. La necesitaremos para disfrutar de las actividades.

La pequeña saltaba de emoción.

—Es estupenda —anunció Tomás—. Será fantástico salir del cuarto.

Kate le ayudó a sentarse en la silla de ruedas y juntos salieron al patio para disfrutar de la nieve. Entre los dos se las arreglaron para construir y decorar un fabuloso hombre de nieve.

Quedó estupendo. El hombre de nieve era alto y se veía esplendido con una bufanda de color rojo y verde, un gorro de copa alta, una zanahoria por nariz y una pipa.

Por la tarde vinieron muchos amigos a visitarlo. No se habían reunido desde el accidente. Le llevaron regalos y le desearon una pronta recuperación. Pasaron toda la tarde juntos y se esforzaron por animarle. Por la noche Tomás se sentía mucho mejor. Después de todo, no sería una Navidad tan mala.

Me pregunto cómo puedo agradecerles su amabilidad, pensó. Le había gustado mucho que sus amigos fueran a verle. El desafortunado accidente había quedado casi olvidado.

El pequeño tomó una decisión antes de dormir: se esforzaría por encontrar una manera de alegrarles la Navidad a sus seres queridos. Aunque no podía caminar, se le ocurrieron ideas para ofrecer una temporada memorable a las personas que más amaba.

Al día siguiente, Kate volvió para preguntarle lo que le gustaría hacer. Tomás le contó su idea.

—Ya sé lo que haremos. Necesitaremos herramientas y papel —anunció Kate mientras llevaba a Tomás en la silla de ruedas al comedor.

Al cabo de poco, la mesa se encontraba llena de todo lo que necesitarían para crear calcetines navideños de papel.

Una vez terminadas las calcetas, Tomás escribió en cada una el nombre de sus familiares y amigos. Su plan era colocar todos los días un papel en cada calcetín hasta que llegara la Navidad. Los papeles tenían escrito una cualidad que apreciaba de esa persona o un favor que le haría el año entrante.

Mientras más pensaba en la manera de ayudar a otros, mejor se sentía. Había olvidado por completo la tristeza que le embargó al lastimarse la pierna. Esta sería la mejor Navidad de todas.

*

Era la víspera de Navidad. La familia se había reunido en torno a la chimenea. Cantaban villancicos y saboreaban las deliciosas galletas de jengibre y la sidra de manzana que había preparado su mamá.

Luego de varias canciones, Tomás presentó con orgullo los obsequios de papel.

—Gracias por alegrarme la Navidad. Ha sido muy especial para mí. Aunque no hice todo lo que me gusta, disfruté con actividades divertidísimas. Me siento muy contento.

Su mamá miró dentro del calcetín con su nombre y sacó una hoja de papel. Leyó las palabras que había escrito Tomás. Gracias por cuidar de nuestra familia, mamá. Te prometo que lavaré los platos cuando necesites mi ayuda. La mamá le dedicó una sonrisa a Tomás y le dio un beso en la cabeza.

—Gracias, hijo. Eres muy cariñoso.

Luego volvió a rebuscar en su calcetín.

Antes que pudiera leer el siguiente pedazo de papel, el papá de Tomás levantó la mirada de la hoja que leía.

—Puedes estar seguro de que aceptaré tu oferta de lavar el automóvil, hijo —anunció—. Cuando vuelvas a caminar. Tengo muchísimas ganas de descubrir todos los tesoros que hay aquí —continuó mientras sacaba otro pedazo de papel.

Kate corrió a Tomás y le dio un fuerte abrazo.

—Gracias por ofrecerte a cuidar del perro cuando me quede a dormir con mis amigas.

Luego, con una sonrisa, le ofreció a Tomás un calcetín de papel con su nombre.

—He hecho uno para ti. Me siento muy contenta de alegrarte la Navidad —añadió.

A Tomás se le dibujó una enorme sonrisa en el rostro. Se sentía muy, pero muy contento.

—Esta es la mejor Navidad de todas —exclamó.

Escrito por Devon T. Sommers. Ilustraciones: Alvi. Diseño: Christia Copeland.
Publicado por Rincón de las maravillas. © La Familia Internacional, 2012
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Etiquetas: consideración y bondad, navidad, relatos para niños