Rincón de las maravillas
Cuentos del abuelito: Chiquisaurios: La peña navideña
lunes, diciembre 12, 2022

Era el primero de diciembre, por la tarde. Hacía frío, y fuera la nieve caía suavemente. Tristán y Damián estaban confeccionando un calendario consistente en una escena navideña rodeada de ventanitas, una para cada día de diciembre. Al abrir cada ventana aparecía la descripción de una pequeña actividad o pasatiempo.

A Damián le estaba costando preparar algunas partes del calendario. Su compañero lo observaba impaciente.

—Déjame que lo haga —le dijo.

Luego de unos minutos le insistió:

—¡Déjame hacerlo!

Eso se repitió varias veces. Pero Damián meneaba la cabeza y se empeñaba en seguir intentándolo.

Tristán terminó enojándose:

—¡No te está saliendo bien! —le reprochó—. Este calendario es mío. Quiero que me lo des, ¡ahora!

—Déjame terminar —contestó Damián.

—No. ¡Dámelo ya! No tenía que haberte invitado a ayudarme.

La discusión prosiguió, con los dos chicos cada vez más enfadados. Al poco rato estaban gritándose y diciéndose cosas feas.

—¡Chicos, basta! —dijo el abuelo Diego al entrar a la habitación—. Los oí pelearse cuando venía por el pasillo. Tienen que resolver sus diferencias con buenos modos. Discutiendo no se llega a ninguna parte. Solo conseguirán enojarse aún más.

Los niños se miraron con expresión triste.

—¿Conocen el cuento de La peña navideña? —les preguntó el anciano.

A ambos se les iluminó el rostro.

—No —respondieron al unísono—. ¿Nos lo cuentas?

—Sí. Creo que les vendrá bien.

* * *

Cada mes de diciembre, la mamá de Dina y Patricio sacaba el baúl de Navidad. Se trataba de una caja grande con tapa en la que iba juntando a lo largo del año diversas cosas que encontraba, para que con ellas sus hijos hicieran manualidades y adornos navideños. Este año la caja estaba excepcionalmente llena de todo tipo de objetos interesantes.

Los dos hermanos habían invitado a sus amigos. Cuando estuvieron todos, Patricio levantó la tapa. Enseguida Dina sacó un pedazo de cinta colorida.

—¡Qué bonita! —exclamó Pompita.

Todos se pusieron a revisar el contenido del baúl y a hablar de lo que iban a hacer con lo que encontraban.

—¡Miren esto! —anunció Yago señalando una gran caracola.

—¡Yo la vi primero! —dijo Conrado agarrándola.

—No es verdad —contestó Yago intentando quitársela.

Al poco rato los demás también estaban peleándose entre sí. Todos querían lo que tenían los otros.

—Este baúl es mío —explicó Patricio—, y si toman las cosas que yo quiero, no pueden estar aquí.

—También es mío —indicó Dina—. Es de los dos.

—No es justo —protestó Yago.

—No sean egoístas —les soltó Conrado.

La discusión no cesaba.

—¡Paren todos! —gritó Pompita.

Sus amigos se quedaron quietos y la miraron.

—En Navidad deberíamos hacer un esfuerzo por ser más considerados y amables —explicó Pompita.

—Tienes razón —reconoció Conrado—. Toma, Yago. Siento haberte quitado la caracola. Quédate con ella.

—Yo también lo siento —dijo Yago.

—Yo también —admitieron los demás.

—Tengo una idea —anunció Pompita—. Reunámoslo todo y preparemos juntos cosas bonitas para otras personas.

—Podemos decorar nuestra sala de clases y darles una sorpresa a los demás —propuso Yago.

—Y hacer una guirnalda para don Aniceto —mencionó Viviana.

—Y preparar adornos para el árbol de Navidad del salón de clases —sugirió Patricio.

—Y regalos para nuestros amigos —añadió Dina.

—Después podemos repartirlos con los carritos que tenemos Viviana y yo —dijo Conrado.

—Todas estas ideas son estupendas —comentó Pompita—, y si lo hacemos juntos no hay por qué discutir sobre si tal cosa es para uno o para otro.

Pompita consiguió lápiz y papel, y entre todos acordaron un plan.

Decidieron que Viviana y Patricio confeccionarían la guirnalda para don Aniceto, que Dina y Yago decorarían el salón de clases y que Conrado y Pompita se encargarían de los adornos para el árbol de Navidad de la escuela. Si terminaban eso y aún les quedaba tiempo, verían a quién más le harían regalos.

—Esta cadena de luces puede ser para el aula —dijo Yago.

—Es que teníamos pensado ponerlas en la guirnalda de don Aniceto —argumentó Patricio, extendiendo la mano para agarrarlas.

—Son demasiadas para la guirnalda —intervino Dina—. Quedarán mucho mejor en la clase.

—¡Dina...! —exclamó Patricio comenzando a enojarse.

Pero se quedó un momento callado.

—Uy, casi me enfado contigo otra vez; pero no quiero hacerlo. Tómalas tú. En realidad son muchas para la guirnalda. Busquemos otra cosa.

—Gracias, Patricio —dijo su hermana—. En la guirnalda puedes poner estas campanitas.

—¡Perfecto! —contestó Patricio—, mucho mejor que las luces.

En las semanas previas a la Navidad, la peña de amigos dedicó su tiempo libre a preparar regalos y adornos para sus familiares y compañeros.

Trabajaron ilusionados hasta hacer realidad todos sus planes, aprovechando hasta la última cosita que había en el baúl de Navidad.

Para repartir los regalos, los cargaron en los carritos de Viviana y Conrado. Sus compañeros y parientes se pusieron muy contentos cuando se los llevaron. Los seis amigos nunca lo habían pasado tan bien en Navidad. Todo porque pensaron más en los demás que en sí mismos.

* * *

—Abuelito, ¿por qué dicen siempre que en Navidad hay que ser generoso? —preguntó Tristán.

—¡Ajá! Buena pregunta —contestó su abuelo—. Es porque hace mucho tiempo, en Navidad, Dios nos hizo un regalo fabuloso. ¿Sabes cuál?

Tristán reflexionó un momento. Luego se le iluminó la cara.

—¡Jesús!

—Así es. Dios envió a Jesús a la Tierra pensando en cada uno de nosotros. Ese fue el regalo de Navidad que Dios nos hizo. Y cuando Jesús forma parte de nuestra vida, ¡nos sentimos mucho más felices y disfrutamos de más alegría!

—Pero ¿por qué hacemos regalos?

—Para hacer felices a los demás y demostrarles que los queremos y que pensamos en ellos.

—A mí me gusta hacer felices a las personas con detalles bonitos —dijo Tristán.

—Abuelo, ¡gracias por el cuento! Me gustó mucho.

—Me alegro —respondió el anciano.

Moraleja: Procuremos resolver con amor y consideración los desacuerdos que tengamos con los demás. Así nos llevaremos mejor con ellos y todos seremos más felices.
Texto: Katiuscia Giusti. Ilustración: Agnes Lemaire. Color: Doug Calder. Diseño: Roy Evans.
Publicado en Rincón de las maravillas. © Aurora Production AG, Suiza, 2008.
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Etiquetas: cuentos del abuelito, audio, resolución de conflictos, chiquisaurios, navidad, relatos para niños